Espacio
Interior – Eckhart Tolle
17
de Junio de 2013
“Cuando
la conciencia ya no está más absorbida por el pensamiento, parte de ella
permanece en su estado original, no condicionado, sin forma. Ese estado es el
espacio interior”.
La
vida de la mayoría de las personas es un amontonado desordenado de cosas: materiales, tareas por
hacer, cuestiones sobre las que pensar. Ese tipo de vida es similar a la historia
de la Humanidad, definida por Churchill, como “una maldita cosa después de otra”.
La mente
de esas personas es ocupada por un enmarañado de pensamientos, uno después del
otro. Esa es la dimensión de la conciencia de los objetos que es la realidad
predominante de un gran número de individuos – y es por eso que sus vidas es
tan confusa. Esa conciencia necesita ser equilibrada por la conciencia del
espacio para que la lucidez vuelva a nuestro planeta y la Humanidad cumpla su
destino. El surgimiento de la conciencia del espacio es el próximo escalón de
la evolución de nuestra especie.
El
sentido de la conciencia del espacio es que, afuera el hecho de que estamos conscientes
de las cosas – que siempre se resumen a preocupaciones, pensamientos y
emociones – existe un estado subyacente de atención. Eso significa que tenemos
conciencia, no solo de las cosas (objetos), pero también del hecho de que
estamos conscientes. Es lo que ocurre cuando somos capaces de sentir el
silencio interior siempre alerta en lo más hondo, mientras los eventos suceden
en primer plano. Esa dimensión está siempre presente en todos nosotros. Sin embargo,
para la mayoría de las personas, ella pasa totalmente desapercibida. A veces yo la señalo de la siguiente forma:
“Usted es capaz de sentir su propia presencia?”
Cuando
no estamos completamente identificados con las formas, la conciencia – quien
somos – se libra de su prisión en la forma. Esa libertad es el surgimiento del espacio
interior. Este llega como un estado de silencio y calma, una paz muy sutil
arraigada dentro de nosotros, incluso frente a algo que parece malo. De repente
existe espacio alrededor del evento. También hay espacio alrededor de los
altibajos emocionales, incluso en el dolor mismo. Y sobre todo existe espacio
entre nuestros pensamientos. De ese espacio emana una paz que no es “de este
mundo”, porque este mundo es forma, mientras que la paz y el espacio son de
Dios.
De ese modo, podemos disfrutar e apreciar las cosas
y los eventos sin atribuirles una importancia que no tienen. Estamos en
condiciones de participar del baile de la creación y de ser activos sin
aferrarnos al resultado e sin imponer exigencias poco razonables en relación al
mundo como “compláceme”, “hazme feliz”, “hazme sentir más seguro”, “dime quien
soy”.
El
mundo no puede brindarnos nada de eso y cuando dejamos de tener esas
expectativas, todo el sufrimiento que nosotros mismos creamos, se termina.
Todo ese
dolor es debido al valor exagerado de la forma y a la falta de conciencia de la dimensión del espacio interior.
Cuando
esa dimensión está presente en nuestra vida, podemos aprovechar las cosas, las
experiencias y los placeres sensoriales sin perdernos en ellos, sin aferrarnos
interiormente a nada de ello, es decir, sin que nos viciemos en el mundo.
Siempre
que la dimensión del espacio se pierde, es conocido. Las cosas asumen una
importancia absoluta, una seriedad y un peso que en verdad no tienen. Siempre
que el mundo no es visto desde la perspectiva de lo que no tiene forma, de la
dimensión de la conciencia, él se vuelve un lugar amenazador y en última
instancia, de desespero. (…)
Podemos
descubrir el espacio interior creando vacíos en el flujo del pensamiento. Sin ellos
el pensamiento se vuelve repetitivo, desprovisto de inspiración, sin llama
creativa alguna – y es así que él es para la mayoría de las personas.
No
necesitamos preocuparnos con la duración de esas omisiones; algunos segundos
bastan.
Poco
a poco ellos irán aumentando por sí mismos, sin ningún esfuerzo de nuestra
parte. Pero más importante que hacer que sean largos, es crearlos con
frecuencia, para que nuestras actividades diarias y nuestro flujo de
pensamientos sean entremezclados con espacios de silencio e paz”.
Eckhart
Tolle en: “En Comunión con la Vida”
Imaginen
una sala llena de personas paradas.
La
sala está llena y después de algunos minutos esas personas empiezan a salir por
una única puerta. Saldrán en fila, caminando. En pocos minutos la sala estará vacía,
en completo silencio.
Nuestra
mente es así.
Una
sala vacía. Puro espacio.
Los
pensamientos son como las personas, llenan la mente, llenan aquel espacio que
ya existía. Pero a pesar de las personas, esa sala permanece del mismo tamaño,
el espacio permanece allí, intocable. Él acoge a las personas que entran y
salen y el espacio sigue igual. Las personas son pensamientos, emociones,
eventos, objetos, sensaciones; el espacio donde todo sucede es la Conciencia
pura, que acoge y observa.
Lo
que Eckhart Tolle nos señala en este bello texto es eso. Entrar en contacto no
solo con las “personas-pensamiento”, que llenan nuestra sala de la mente, pero
en contacto con el propio espacio original, perpetuo de la consciencia, donde
todos los pensamientos, emociones, experiencias, sensaciones son acogidas;
acogidos, disfrutados, experimentados sí, pero sin fijación alguna, ya que
ellos son puro flujo y suceden en este espacio puro e eterno de la conciencia
que no es una cosa, pero donde todas las “cosas” suceden. Este espacio de la
Conciencia es lo que somos, verdaderamente. Y el amor es la mayor prueba de esa
verdad…
El
amor es la pura y simple capacidad de acoger e integrar sin juzgar…también es
puro espacio…
La meditación
nos ayuda a descubrir todo eso en la práctica y transforma de una vez por
todas, nuestra manera de vivir y de tratar con la vida y sus eventos; no nos dejemos engañar por los eventos
pasajeros que suceden…ellos pasan, en el espacio puro, brillante y consciente
que nosotros SOMOS…
Namaste.
Namaste.
Lilian
traducción:
Lúcia
0 comentários:
Enviar um comentário